jueves, septiembre 09, 2010

Steranko


La vida de Steranko se aleja bastante del estándar que muchos de nosotros tenemos en nuestra cabeza sobre como deber ser la vida de un dibujante de tebeos. La idea de un hombre pegado a su mesa de trabajo, en un ambiente tranquilo y con una vida sosegada, se hace añicos cuando la figura de Jim Steranko entra en acción.

Este autor, clave para entender el cómic americano de hoy en día, tiene más de rock star que de tipo pegado a una mesa de dibujo. De todas formas, no conviene olvidar que en otras épocas, ser dibujante de cómic estaba rodeado de glamour, fama y mucho dinero.

Después de crecer en el seno de una familia muy muy humilde, de trabajar como minero, ser delincuente juvenil, mago escapista, músico de rock, etc... (por cierto, con un alto nivel de profesionalidad en todas estas facetas, delincuente incluido), finalmente Steranko dio salida a todas sus ansias artísticas por medio del dibujo, pasando de robar coches para ir de un barrio a otro de su ciudad, a codearse con gente como Steven Spielberg y personajes como Indiana Jones (el cual no le debe poco a Steranko).

En este libro, escrito de manera magistral por Ángel de la Calle (otro de esos personajes cuya biografía estaría a la altura del protagonista de este libro, pero que no creo que nadie se atreva a escribir nunca), desmenuza en sus páginas la vida de Steranko, tanto en su faceta personal como en su faceta como artista, dando la importancia que merece a sus trabajos en personajes como Nick Fury, El capitán América, The Shadow o sus guiños con el mundo del cine.

Os podría poner como ejemplo incentivador las ideas que Steranko le dio a Coppola cuando este empezaba a rodar su Drácula, con diseños de un drácula con casco en forma de cabeza de lobo, cubierto con una corona de espinas, o de un castillo estilo Bauhaus con interiores de alabastro, decoración art decó y esculturas cubistas, pero hasta aquí puedo leer. Si queréis más, pues ya sabéis, a comprar el librito y a pagarle la piscina al señor de la Calle.

Un libro que proporciona una lectura apasionante y en el que Ángel de la Calle sabe combinar a la perfección el rigor documental con la anécdota, enganchando desde la primera página tanto al aficionado de toda la vida como a un posible lector ocasional.

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